Sintiendo mi ciudad
El cansancio de la semana es más notorio el
viernes, sin embargo, el ánimo para enfrentarlo tiene otro aire, uno más
alegre, que me lleva a querer caminar por lugares de la ciudad que no transito
el resto de los días laborales. Cruzo calle Cumming y sigo por Romero, en un
instante desaparece la ciudad ruidosa y estoy en otra época, pisando adoquines
en el Barrio Concha y Toro. Todo tiene un toque especial y único en este sitio: la distribución, las esquinas, las
hermosas casas, distintas entre sí, con sus faroles, ventanas y puertas que me
invitan a pasar. Que ganas de estar, con luna llena, en alguno de sus balcones,
imaginando cómo sería este lugar cuando existía el Palacio Concha y Cazotte.
Al dejar el barrio, paso por el costado del Teatro
Carrera, y, aunque no lo conocí en su origen, siento impotencia de saber que
ahora es un restorán chino y no está manifestándose como escenario artístico,
que no tiene los colores, olores y fuerza inicial.
Así es el tránsito por mi ciudad, me energiza cada
cierta cuadra y rápidamente me causa desilusión, para volver a animarme un poco
más allá.