03 septiembre, 2006

Pasaje a Maquegua

Belleza natural del río desbordante en invierno, acogedor en verano, cerros verdes que albergan frutos y animalitos danzantes; durmientes infinitos, presos del sol intenso que esperan el paso del buscarril que avanza hasta perderse en una curva rehusando morir.
Idolatrado paisaje que no esconde el eco de gritos buscando aprobación, sentimientos de pertenencia que no escuchan razones ni saben de respeto.
Casas roñosas que disimulan entre los árboles el dolor de una madre humillada por el furioso golpe del alcohol, forcejeo que cedió a las manos amenazantes en busca de placer, hijos que no vieron la luz obligados a dejar el acogedor vientre, dolores ocultos tras nuevas caras que se encuentran y reencuentran bajo el sol del verano, compartiendo la magia de noches bulliciosas entre el vino arenoso y el sexo escondido donde la luna no alcanza a penetrar, caras inmunes que circulan entre este campo modernizado, sin interés en recorrer los antiguos rincones oscuros donde un día hubo vida.